El libro que voy a reseñar en esta ocasión es un ejemplar de novela negra que forma parte de los estrenos de 2022 y se titula “Pactos”, del escritor Albert Villanueva. Suspenso, intriga, tensión y misterio son ingredientes que no pueden faltar en una buena novela policiaca, pero en el caso de “Pactos” sería injusto limitarnos a hablar únicamente de estos conceptos porque estamos frente a una gran historia que tiene muchos elementos más, tanto en el fondo como en la forma, que le otorgan una singularidad y un valor propio. Hagamos juntos este viaje para descubrir la primera aventura de un personaje que llegó para quedarse: el inspector Miquel Pruna.
¿Conoces a Albert Villanueva?
Albert nació en el año 1962 en la ciudad de Gavá en Cataluña, España. Es profesor de Secundaria con más de 35 años de ejercicio docente y está comprometido totalmente con la educación. Prueba de ello es su primer libro publicado en el año 2017 titulado “Yo no quiero ir a esta escuela”, ensayo que gira en torno a las hondas carencias del sistema educativo de su país en el que propone cambios sustanciales para subsanar dichas deficiencias.
En 2019 publicó “Por hacer a tu muerte compañía”, su primera novela fruto de una exhaustiva investigación de nueve años. Este libro nos cuenta la historia de su ciudad natal durante los años veinte y treinta del siglo pasado. Décadas complicadas en las que surgieron los primeros movimientos independentistas de la región y se derramó mucha sangre en Barcelona a causa del pistolerismo y los movimientos anarquistas.
La protagonista vuelve a Gavá después de una prolongada ausencia para intentar reconstruir la historia familiar y darle forma e identidad a la figura de su abuelo que nunca conoció. Después de un receso obligado por los cambios y obligaciones impuestos por la pandemia, a principios de 2022 presenta su segunda novela, “Pactos”, haciendo honor a un género literario que es uno de sus preferidos: la novela negra.
Los hechos.
La novela abre con una voz en off haciendo una inquietante declaración de intenciones. No conocemos la identidad del personaje que habla ni sabemos exactamente qué le sucedió, pero está claro que se trata de alguien que recibió un gran agravio, ya que ha esperado cuarenta largos años el momento propicio para matar a la persona que tanto daño le hizo, y ese momento por fin ha llegado.
Mientras un narrador omnisciente nos cuenta los hechos tal cual sucedieron, la “voz de la conciencia”, anónima, aparece continuamente a lo largo de la trama para justificar el proceder de su dueño, partiendo de la autoridad y el derecho que le otorga su doble rol de agraviado y vengador.
El argumento comienza con un asesinato. Carlos Vidal, un hombre gallego de 38 años, mató brutalmente a su esposa Rosa Peláez y a su hijo de quince años, y se dio a la fuga llevando como rehén a su hijo menor.
El inspector Miquel Pruna recibe una llamada en el Complejo Central de los Mossos d’Esquadra avisándole que el asesino soltó al niño en la salida de Santa Pau y acto seguido fue localizado y acorralado en la zona del volcán Santa Margarida, al lado de Olot.
El inspector Pruna y su inseparable ayudante, el cabo Roc Molina, se trasladaron de inmediato en helicóptero a la zona de los hechos acompañados por el resto de su equipo: los agentes Pasqual y Nogués. El teléfono del inspector sonó varias veces, pero como no conocía el número, contestó hasta que la situación con el asesino estuvo resuelta.
Era una llamada proveniente de la Residencia Concordia de Gavá para avisarle que su madre había muerto y era necesario que se presentara lo ante posible en el lugar. Molina quiso acompañarlo y el comisario Mallals le ofreció un helicóptero, pero Pruna quiso hacer el trayecto en coche. Mientras el inspector conduce en soledad hasta la residencia de ancianos de su ciudad natal, el narrador nos cuenta la historia de Josefa, su madre.
Hacía tres años que padecía Alzheimer, aunque su deterioro era paulatino y sin sobresaltos y aparentemente no estaba en la fase terminal de la enfermedad. Su hijo la frecuentaba tanto como podía y en una de sus visitas ella le hizo una petición muy especial: quería que la llevara a las Casitas de San Rafael a despedirse de ellas.
Miquel se inquietaba al escuchar el deseo de su madre porque conocía bien la historia que vivió su familia materna a su paso por este lugar. En los años cincuenta muchos emigrantes se trasladaron a vivir a Gavá procedentes de pueblos muy pobres, en su mayoría de Granada. Vivían en chabolas y cuevas que al paso de una riada en 1962 quedaron completamente destruidas.
No murió nadie pero hacinaron a los damnificados de forma inhumana en un edificio, y nueve meses después los trasladaron a unos barrancones. La provisionalidad de estas casitas prefabricadas se alargó once años y las nombraron Casitas de San Rafael. Sin embargo, por motivos que el lector descubrirá más adelante, la familia fue separada; fueron expulsados sin saber por qué y Josefa, que sólo tenía diecisiete años, fue la única que se quedó en Gavá gracias a la intercesión de su padre para que otra familia se hiciera cargo de ella.
Josefa nunca entendió por qué se cometió esa injusticia y en sus ratos de lucidez le pedía a su hijo Miguelín, como ella lo llamaba cariñosamente, que averiguara la verdad de los hechos que condenaron a su familia a la miseria y la desgracia. Miquel se resistía a hurgar en el pasado, pero al morir su madre, esa inquietud que la acompañó hasta el final de su vida se convirtió para él en una deuda de honor que se encargaría de saldar en nombre de ella.
Ahora que conocemos los lazos tan íntimos que existían entre madre e hijo, podemos retomar la historia en el presente. Miquel ha concluido el trayecto de 130 kilómetros que separan Olot de Gavá y llega por fin a la residencia de ancianos a darle el último adiós a su madre.
Su perspicacia y su inteligencia harán que la historia dé un giro de 360 grados, ya que, a pesar del dolor que lo abruma en ese momento, su instinto detectivesco no lo traiciona y descubre una señal que puede ser el indicador de que Josefa no murió por causas naturales.
Si creen que les he contado gran parte del argumento de esta novela, cuando la lean descubrirán que no es así. Ni siquiera he desvelado cuál es el hecho que sostiene el argumento central. Lo que aquí he narrado es únicamente el principio de un complejo entramado que sostiene una fabulosa historia de misterio policiaco.
Miquel Pruna. El héroe.
“Pactos” es la primera de tres entregas de las aventuras del inspector Miquel Pruna. El autor ya nos ha adelantado que las dos siguientes se publicarán con posterioridad a una novela acerca del exilio español a raíz de la Guerra Civil, o sea que habremos de ser pacientes para esperar a que llegue el momento de conocer un poco más acerca de este personaje que tiene una personalidad singular y entrañable.
El inspector Pruna es un detective que no se ajusta exactamente al estereotipo al que estamos acostumbrados. Es, por supuesto, un hombre valiente, decidido, inteligente, deductivo y perspicaz pero el escritor se ha preocupado por crear un protagónico más complejo, con debilidades y dudas, que siente una gran pena por aquello que sabe, a ciencia cierta, que nunca volverá.
Miquel Pruna no muestra su endeblez en público, pero desborda su tristeza en la intimidad y nosotros, como espectadores de excepción de esta historia, tenemos el privilegio de atestiguar escenas bellísimas y conmovedoras que surgen por y a través del desconsuelo del hijo que acaba de perder a su madre.
Albert Villanueva tiene una sensibilidad muy especial para narrar episodios que involucran los sentimientos más profundos y las aflicciones de los seres humanos. Es una habilidad que dejó al descubierto desde su anterior novela “Por hacer a tu muerte compañía” y en ésta ocasión nos vuelve a dejar un muy buen sabor de boca en ese sentido.
Gavá
Gavá es una ciudad de la provincia de Barcelona en Cataluña, España. Por lo pronto, las dos novelas que Albert Villanueva tiene publicadas se desarrollan en esa ciudad, y al parecer, también será así en las próximas entregas de las aventuras del inspector Pruna.
El autor ama su ciudad natal y conoce su historia perfectamente; es indudable que los estrechos lazos que lo vinculan con el lugar y el contexto en el que se desarrollan los hechos, hacen que los acontecimientos del pasado y del presente estén perfectamente bien recreados.
El inspector Pruna regresa a Gavá por motivos trágicos e inesperados. Su estancia será más prolongada de lo que él hubiera deseado y tendrá que encarar a todos esos demonios que la lejanía había mantenido dormidos hasta ese momento.
Revivirá escenas de su infancia y se abrirán dolorosas heridas que aún no han cicatrizado, pero será la oportunidad para reencontrarse con personas que formaron parte de su juventud que lo ayudarán resolver los enigmas que tiene por delante.
Los pactos
Los personajes, acontecimientos históricos y escenarios que aparecen en este libro guardan un estricto apego con la realidad. Sin embargo, el componente ficticio es obra de la imaginación del autor aunque basado, en algunos momentos, en hechos reales.
Tal es el caso de La Colla dels catorze (la cuadrilla de los catorce), un grupo formado por siete matrimonios inseparables entre los que figuraban los padres de Albert Villanueva. En ellos se inspiró el autor para recrear el conjunto de amigos al que pertenecen los padres de Miquel Pruna.
Estos amigos acordarán pactos que todos están de acuerdo en respetar. Da igual si fueron acuerdos informales o incluso inmorales porque son los propios personajes los que se encargarán de legitimarlos y respetarlos hasta el último momento. Los pactos son la base, el sustento y la justificación del argumento.
Sin embargo, el pacto más importante es ese acuerdo tácito que Albert Villanueva hace con el lector desde las primeras líneas. Definitivamente esta novela cumple de principio a fin con las expectativas y pone a prueba el ingenio, el pensamiento lógico y la imaginación. “Pactos” es un coro de voces habladas, narradas y pensadas, tan bien ensambladas que se escuchan como una sola voz.
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Entérate de algunas curiosidades
Las inundaciones del Vallés en Cataluña del año 1962, han pasado a la historia como la mayor catástrofe hidrológica de España. Afectaron tanto la comarca del Vallés Occidental como la del Oriental y el Barcelonés ya que las torrenciales lluvias desbordaron los ríos Besós y Llobregat. En Gavá, la avenida torrencial de agua no causó muertes, pero se estima que pudieron haber muerto unas mil personas en toda la zona afectada.
El régimen franquista minimizó la tragedia y envió el mensaje a la opinión pública de que en Gavá y en El Prat no había pasado nada. Los damnificados fueron concentrados en el viejo cuartel de Can Pere Bori de Gavá y en la vaquería de la granja La Ricarda en el El Prat. Era una situación que se debía solucionar con urgencia antes de que Franco regresara a Barcelona en el verano.
La solución fue alojarlos en casas provisionales, pero a todos los que quedaron fuera del programa asistencial se les obligó a regresar a sus pueblos de origen, la mayoría en Andalucía. La forma inmoral y escandalosa de darle carpetazo a esta injusticia quedó registrada en los archivos oficiales de la época.
La vaquería de la Ricarda fue desmantelada y piedra a piedra se construyó en otro lugar el Centro de Interpretación del Delta del Llobregat y Can Pere Bori es en la actualidad una escuela municipal de Gavá.
A pesar de estos esfuerzos por borrar cualquier rastro del escenario original, en Gavá se encuentran aún las cuevas de las que fueron desalojados los inmigrantes por culpa de la riada. Incluso hay testimonios de que han sido habitadas en la actualidad por personas que han sido desalojadas de ahí por la fuerza.
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