Portada de "la vuelta al mundo en 80 días"

«La vuelta al mundo en 80 días» de Julio Verne

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En esta ocasión traigo a nuestro espacio de recomendaciones literarias una novela escrita en el siglo XIX; para ser precisos, en el año 1872. Se trata de “La vuelta al mundo en ochenta días”, del escritor francés Jules Gabriel Verne, conocido en el mundo de habla hispana como Julio Verne. Cuando queremos escoger una obra concreta de un autor tan famoso y prolífico es complicado tomar una decisión, pero haciendo un repaso a través del amplio universo verniano me he decidido por ésta, ya que fue la novela con la que alcanzó su mayor éxito literario gracias a la maravillosa narración de las emocionantes aventuras de Phileas Fogg y su inseparable ayudante Passepartout en su imparable carrera por conseguir dar la vuelta al mundo en ochenta días.

Retrato de Julio Verne del año 1880 retocado en color y portada original de la primera edición ilustrada de “La vuelta al mundo en 80 días”.
Retrato de Julio Verne del año 1880 retocado en color y portada original de la primera edición ilustrada de “La vuelta al mundo en 80 días”.

La vuelta al mundo en ochenta días” se publicó por entregas, al igual que la mayoría de las novelas en Francia y en el resto de Europa durante el siglo XIX. Estas novelas, conocidas también como folletines, fueron vilipendiadas por gran parte de la sociedad más culta que acusaba la escasa calidad de su estructura narrativa, la banalidad del contenido argumental y la simpleza de sus personajes, que normalmente se estructuraban en base a clichés preestablecidos que ahorraban tiempo y problemas a los escritores. Dedicarse a este trabajo resultaba un negocio tan rentable, que muchas personas poco expertas recurrieron a esta labor para salir de la pobreza sin tener mayor conocimiento del oficio. La rapidez tenía prioridad sobre la calidad narrativa y la exigencia de publicar una nueva entrega cada semana, adaptando la historia original a la aceptación que el capítulo anterior había tenido entre los lectores, obligaba a los escritores a trabajar al vapor sin tener tiempo para cuidar el estilo y la forma de sus escritos.

El furor que causaron aquellas novelas por entrega se puede equiparar al fenómeno provocado por los medios de comunicación masiva de la actualidad, como la radio, la televisión o internet, que comercializan multitud de programas de forma constante generando muchísimo dinero, sin importarles que en esa frenética carrera sacrifican la calidad de sus producciones y el valor del contenido que promueven, aunque existen por supuesto, casos excepcionales (que confirman la regla).

Primeras portadas de “Los tres mosqueteros” de Alexandre Dumas y “Crimen y Castigo” de Fiódor Dostoievski, ambas obras publicadas por entregas en su versión original.
Primeras portadas de “Los tres mosqueteros” de Alexandre Dumas y “Crimen y Castigo” de Fiódor Dostoievski, ambas obras publicadas por entregas en su versión original.

A pesar de todo lo que hemos apuntado, el género de la novela por entregas fue muy importante porque en aquellos años la educación y la cultura no eran un bien común y el hecho de que estas publicaciones hayan provocado que las personas se acostumbraran a leer fue un progreso muy importante. Además, la masificación de la lectura no sólo produjo literatura barata ya que bajo esta modalidad se escribieron grandes obras reconocidas universalmente, como “Guerra y Paz” de Tolstói, “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo” de Alexandre Dumas, “La comedia humana” de Balzac, “Los Miserables” de Víctor Hugo y “Crimen y Castigo” y “Los hermanos Karamázov” de Dostoievski sólo por mencionar algunas. El folletín se convirtió en la manera más popular de comercializar la literatura y se tuvieron que adaptar a publicar de esa forma tanto los malos como los buenos escritores.

¿Conoces a Julio Verne?

Jules Gabriel Verne. Un niño prodigio en una era de cambios.

A la izquierda de la imagen Julio Verne con sus padres Pierre Gabriel Verne y Sophie Allotte de La Fuye y a la derecha Julio Verne a los 25 años de edad.
A la izquierda de la imagen Julio Verne con sus padres Pierre Gabriel Verne y Sophie Allotte de La Fuye y a la derecha Julio Verne a los 25 años de edad.

Julio Verne llegó a este mundo en la ciudad de Nantes, Francia el 8 de febrero de 1828.  Fue un niño afortunado al nacer en el seno de una familia adinerada ya que recibió una esmerada educación en una época en la que esto representaba un privilegio al que la mayoría no podía acceder.

Durante el siglo XIX, Verne y sus contemporáneos fueron testigos de excepción de las dos primeras Revoluciones Industriales que cambiaron radicalmente la economía, la producción, la organización social, la cultura y la forma de vivir y de pensar de su generación y de las venideras.

Se empezaron a practicar operaciones con anestesia y medidas de asepsia antes, durante y después de las cirugías; los conceptos de tiempo, velocidad y distancia se modificaron radicalmente con la introducción del ferrocarril, el barco de vapor, el avión, el dirigible y el primer vehículo eléctrico; aparatos como el fonógrafo, la bombilla eléctrica, la bicicleta, la máquina de escribir, la radio y el cinematógrafo transformaron y facilitaron la vida cotidiana y abrieron posibilidades para la comunicación y el entretenimiento que hasta ese momento eran desconocidas e inimaginables.

Fotografía de la John Bull, la primera locomotora de vapor fabricada en Inglaterra que recorrió por primera vez los Estados Unidos en 1831.
Fotografía de la John Bull, la primera locomotora de vapor fabricada en Inglaterra que recorrió por primera vez los Estados Unidos en 1831.

Indudablemente, este contexto influyó de forma positiva en la mente del pequeño Julio contribuyendo a estructurar su pensamiento, que cabalgaba en sintonía con aquella vorágine de continuas transformaciones. Era un niño ávido de conocimiento con una inteligencia superior, que mostraba un interés fuera de lo común por la ciencia y la geografía. Leía cuanta revista científica caía en sus manos y todo aquello que llamaba su atención en relación a los nuevos inventos y descubrimientos que se publicaban lo anotaba en pequeñas tarjetas, que de acuerdo a sus propias palabras, llegaron a ser más de veinte mil.

Marguerite Allotte de la Fuÿe escribió la biografía de Julio Verne y en ella contó que a los once años, el joven Verne se enroló como grumete en un barco mercante con rumbo a la India para comprarle un collar de perlas a su prima Caroline, de la que estaba profundamente enamorado. Al enterarse, su padre salió en su búsqueda y cuando lo encontró lo bajó de allí a la fuerza. Esta anécdota ha sido replicada innumerables veces hasta nuestros días por la mayoría de sus biógrafos, pero parece ser que no es cierta y que no es la única imprecisión que contiene el texto que escribió Marguerite.

Fotografía de Marguerite Allotte de la Fuÿe junto a la portada de su libro “Julio Verne. Su obra, su vida”.
Fotografía de Marguerite Allotte de la Fuÿe junto a la portada de su libro “Julio Verne. Su obra, su vida”.

La realidad de la historia de Julio con su prima Caroline es bastante menos idílica y mucho más trágica. Él estaba realmente enamorado de ella y le escribía poemas desviviéndose por agradarla, pero ella siempre lo despreció y se casó con otro hombre. La decepción que le causó el rechazo de aquella mujer lo marcó para siempre sumiéndolo en una crisis de profunda tristeza que lo orilló a decretar que jamás se volvería a enamorar.

El viaje a París. Un destino ineludible.

Pierre Verne, padre de Julio, era abogado y desde que nació su primogénito tenía muy claro que el niño algún día también lo sería. Por eso, cuando cumplió 19 años lo mandó a París a matricularse en la Facultad de Leyes. Al principio el joven iba y venía entre Nantes y la capital, a donde únicamente regresaba a presentar los exámenes, hasta que convenció a su padre de la conveniencia de financiarle la residencia permanente en París.

Verne recordaba aquellos años como una época muy feliz en su vida. Su padre le enviaba dinero de sobra para vivir holgadamente, sin embargo él se privaba de lujos con tal de poder comprar libros. Era un joven que ya se atrevía con la dramaturgia y era evidente que su destino profesional sería muy diferente al que su padre predestinó para él.

Se introdujo en importantes círculos literarios de París y conoció a Alexandre Dumas, con quien entabló una gran amistad así como con su hijo Alexandre, quien era un poco más joven que él y a quien le estuvo agradecido toda la vida por la forma en que lo ayudó siempre.

A la izquierda de la imagen Alexandre Dumas padre y a la derecha Julio Verne.
A la izquierda de la imagen Alexandre Dumas padre y a la derecha Julio Verne.

La graduación de Julio como abogado debería de haber sido el momento más feliz de la relación entre padre e hijo y sin embargo fue todo lo contrario. Pierre quería que su hijo regresara a Nantes a ejercer su carrera pero Julio ya había decido su futuro; a pesar de la frustración de su padre se quedaría a vivir en París para intentar ejercer el oficio literario que tanto le apasionaba.

Pierre Verne desdeñó siempre el interés de Julio por escribir y lo amenazó con suspender definitivamente el apoyo económico que hasta entonces le había dado si no rectificaba su decisión. Probablemente no conocía del todo la fortaleza y el tesón de Julio, a quien no le importó tener que trabajar como secretario en el Teatro Lírico para poder solventar sus gastos y continuar viviendo en la Ciudad Luz, ya que era el único lugar que le ofrecía la posibilidad de triunfar como escritor algún día.

Años de supervivencia en pos de conseguir un sueño.

Los años siguientes fueron muy complicados para Julio, quien se atrevía a hacer muchas cosas para sobrevivir, como comprar un piano y componer operetas a la par de su trabajo en el teatro, que dicho sea de paso, no soportaba.

El exceso de trabajo y la gran cantidad de horas que dedicaba al estudio de las ciencias y las matemáticas hicieron mella en su salud y enfermó de una parálisis facial. Entonces sus padres le hicieron una propuesta: abandonar París y regresar a su casa para llevar a cabo un matrimonio por conveniencia. Julio estuvo a punto de aceptar debido a la desesperación, pero se retractó en el último momento y poco a poco fue consiguiendo pequeños logros como escritor que le dieron una cierta independencia económica.

Un buen día decidió asistir a la boda de un amigo en la ciudad de Amiens y ahí conoció a la mujer con la que por fin perdió la soltería. Su nombre era Honorine de Viane, era viuda y tenía dos hijas y se casó con ella a los pocos meses de conocerla en una especie de boda exprés con muy poca concurrencia en la que lo único relevante fue el poema que el padre del novio dedicó a los recién casados.

Acta de matrimonio de Julio Verne y Honorine de Viane, celebrado el 10 de enero de 1857.
Acta de matrimonio de Julio Verne y Honorine de Viane, celebrado el 10 de enero de 1857.

Al conocer a su cuñado, que era agente de bolsa, Julio intuyó que asociarse con él podría representar la oportunidad para salir de la pobreza. Lo difícil fue conseguir que su padre le prestara la cantidad de dinero que necesitaba para dicho propósito pero al final lo logró y a pesar de los negros augurios del escéptico Pierre, a Julio le empezó a ir bien en el negocio. Sin embargo, ni siquiera la prosperidad económica logró desviar su mente del propósito que desde niño tenía claro: ser escritor.

Se avecinan dos importantes acontecimientos: su primer viaje fuera de Francia y la paternidad.

A los 31 años de edad Julio viajó por primera vez al extranjero. Visitó varios países europeos acompañado de su amigo Hignard y las experiencias que iba acumulando le servían como fuente de inspiración para escribir sus textos. En esa época conoció a un famoso fotógrafo llamado Gaspard-Félix Tournachon, cuyo seudónimo era Nadar. Este personaje lo impresionó profundamente ya que fue el primer hombre que tomó fotografías aéreas desde un globo aerostático y la experiencia de volar por los aires era uno de los más grandes anhelos de Julio.

Estando de viaje por Noruega y Dinamarca con Hignard, tuvo que regresar a Francia repentinamente ya que le avisaron que su esposa estaba a punto de dar a luz. Sólo tuvieron un hijo en común llamado Michel, quien nació el 3 de agosto de 1861.

Así se abrió para Julio un mundo nuevo que hasta entonces sólo conocía a través de los libros y las experiencias ajenas. Empezaba a vivir la fantástica aventura de recorrer por primera vez una pequeña parte de esa geografía que tanto le apasionaba desde niño y al mismo tiempo conoció la paternidad, hecho que no logró revertir el desapego y el desinterés que sentía hacia su esposa, por lo que continuó haciendo aquellos viajes que colmaban su espíritu aventurero y ponían una saludable distancia entre el matrimonio, en beneficio de su salud mental y en detrimento de su relación con el pequeño Michel, cuya infancia y juventud fueron sumamente problemáticas, presumiblemente a causa de las constantes ausencias de su padre y la consiguiente cercanía excesiva con su madre.

A la izquierda de la imagen Honorine de Viane, esposa de Julio Verne y a la derecha su hijo Michel Jean Pierre Verne.
A la izquierda de la imagen Honorine de Viane, esposa de Julio Verne y a la derecha su hijo Michel Jean Pierre Verne.

El año de 1862 marca un antes y un después en la vida de Julio Verne. El reconocido editor Pierre-Jules Hetzel, conocido por publicar las obras de escritores tan famosos como Víctor Hugo, leyó una novela científica de Verne titulada “Viaje por el aire” y a pesar de todas las carencias y errores de la narración Hetzel la encontró interesante. Entonces le propuso a Julio que la volviera a escribir ayudado por él y se publicó en 1863 bajo el título de “Cinco semanas en globo”.

A la izquierda el fotógrafo Nadar y a la derecha el editor Pierre-Jules Hetzel; ambos cambiaron el destino de Julio Verne.
A la izquierda el fotógrafo Nadar y a la derecha el editor Pierre-Jules Hetzel; ambos cambiaron el destino de Julio Verne.

No era una novela muy buena en cuanto a los aspectos formales pero a la gente le encantó y a los 35 años Julio firmó su primer contrato con Hetzel para publicar muchos libros más del mismo estilo.

Los “Viajes extraordinarios”.

“Viajes extraordinarios” es la colección que engloba las 54 novelas de Julio Verne que se publicaron entre 1863 y 1918, siendo la primera “Cinco semanas en globo” y la última “La impresionante aventura de la misión Barsac”.

Después de su muerte se publicaron otras novelas a título póstumo, pero ahora se sabe que al morir Julio y quedar los originales en manos de su hijo, éste manipuló los escritos de su padre e incluso escribió novelas enteras firmándolas con el nombre de Julio Verne.

Hetzel marcaba la línea que debía seguir la temática de cada una de las historias que conforman los “Viajes extraordinarios” para que en ningún momento se perdiera el propósito de dar cuenta de las aplicaciones prácticas que la ciencia podía ofrecer para alcanzar objetivos extraordinarios. Él mismo clasificó los relatos en once categorías distintas dependiendo del lugar geográfico en el que se desarrolla la aventura en cuestión.

Peter Lorre, Paul Lukas y Kirk Douglas en una escena de la película “Veinte mil leguas de viaje submarino” del año 1954, ganadora de dos premios Oscar ese mismo año. (Enlace a la película en Disney Plus)
Peter Lorre, Paul Lukas y Kirk Douglas en una escena de la película “Veinte mil leguas de viaje submarino” del año 1954, ganadora de dos premios Oscar ese mismo año. (Enlace a la película en Disney Plus)

Algunas de las obras que forman parte de esta fabulosa colección son: “De la Tierra a la Luna”, “Los hijos del capitán Grant”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “La isla misteriosa”, “Viaje al centro de la Tierra” y por supuesto, nuestra recomendación “La vuelta al mundo en 80 días”. En todas ellas Verne fue capaz de describir con sorprendente exactitud situaciones, artefactos y máquinas que en aquella época nadie hubiera podido imaginar gracias a todo el conocimiento que adquirió desde la infancia a través del riguroso estudio de las diferentes ciencias, aunado a un espíritu aventurero, una inteligencia prodigiosa y una imaginación sin igual.

La fama, la política y la enfermedad.

La guerra franco-prusiana obligó a Julio a cumplir con su deber en el ejército y condujo a la quiebra a la editorial de Hetzel. Cuando todo acabó, Hetzel publicó “Veinte mil leguas de viaje submarino” y tuvo tanto éxito que logró rescatar su negocio. Posteriormente llegó “La vuelta al mundo en 80 días”, la novela que más fama y dinero le reportó.

Los grandes triunfos continuaron con “La isla misteriosa”, que es considerada su obra maestra, pero en ese momento Julio decidió darle un giro radical a su vida y se mudó a Amiens, la ciudad natal de su esposa, en donde se dedicó a la política como concejal y fue reelecto por el pueblo en varias ocasiones. Su desempeño fue tan bueno y aportó tanto a la cultura y a la sociedad que lo recompensaron con la “Legión de Honor”, que es el máximo reconocimiento que otorga el gobierno francés, por la forma extraordinaria en que impulsó la ciencia y la educación.

Sin embargo, su salud se resintió de nuevo a causa de su frenético ritmo de trabajo. Volvieron las parálisis faciales de su juventud y la diabetes hizo que, tristemente, perdiera poco a poco el sentido de la vista y del oído.

En el ocaso de su vida quemó muchas notas y documentos entre los que probablemente se encontraban aquellas miles de tarjetas con notas científicas que escribió cuando era un niño.

A pesar de su debilidad se reeligió nuevamente como concejal de la ciudad en la que finalmente murió el 28 de marzo de 1905. Amiens, la ciudad que acoge su última morada, honra al gran genio de la novela científica y de aventuras con un busto suyo en la plaza principal que lleva su nombre, así como el circo y la universidad y millones de lectores alrededor del mundo guardamos en la mente y en el corazón las increíbles aventuras que su ingenio nos regaló.

Imagen de la impresionante tumba de Julio Verne en el cementerio de La Madeleine en la ciudad de Amiens, cuya escultura es obra del artista Albert Roze.
Imagen de la impresionante tumba de Julio Verne en el cementerio de La Madeleine en la ciudad de Amiens, cuya escultura es obra del artista Albert Roze.

El argumento

Phileas Fogg. El gentleman de la perfección.

Phileas Fogg era un gentleman que vivía en Londres, aunque su lugar de nacimiento era un misterio. No pertenecía a ninguna de las famosas Sociedades que frecuentaban todos los personajes ricos e influyentes de la capital inglesa y únicamente formaba parte del Reform–Club, al que había logrado ingresar a través de una buena recomendación.

No se le conocía ningún empleo pero era un hecho que Phileas Fogg era millonario, aunque nadie supiera de dónde procedía su fortuna. Todos sabían que tenía mucho dinero, ya que si tenía que pagar una deuda, sus cheques invariablemente tenían fondos suficientes y además prestaba dinero de forma discreta, incluso anónima si era posible, para ayudar en cualquier lugar si se necesitaba hacerlo.

No se sabía si tenía esposa o hijos, aunque la realidad es que vivía solo en su casa de Saville-Row con un criado que lo asistía. El carácter de Phileas Fogg era muy singular y excéntrico y llevaba a cabo una rutina diaria excesivamente matemática y precisa. Todos los días comía en el Reform-Club, siempre a la misma hora, sentándose en la misma mesa y no hablaba absolutamente con nadie.

Llegaba a su casa únicamente para dormir por lo que la limpieza y el mantenimiento de la residencia no representaban demasiado esfuerzo para su criado. Lo que resultaba realmente difícil era lidiar con la forma de ser y los hábitos de Phileas Fogg.

El 2 de octubre de 1872 el mayordomo en turno, James Forster, fue una víctima más de las excentricidades de Fogg y de su propia falta de precisión. Phileas Fogg no toleraba los errores y al darse cuenta de que el agua con la que se iba a afeitar estaba un grado Fahrenheit por debajo de lo habitual, despidió al mayordomo de inmediato. A las once con once minutos, hora exacta en la que Fogg debía partir hacia el Reform-Club, tocaron a la puerta y el desafortunado –o afortunado – mayordomo despedido anunció a Fogg la llegada de su relevo.

Steve Coogan y Jackie Chan en una escena de la película “Alrededor del mundo en 80 días” del año 2004 (Enlace a la película en Prime Video).
Steve Coogan y Jackie Chan en una escena de la película “Alrededor del mundo en 80 días” del año 2004 (Enlace a la película en Prime Video).

Passepartout.

El aspirante al empleo se presentó como Jean Passepartout; era un hombre bien parecido de 30 años de edad que procedía de París pero llevaba cinco años trabajando en Londres. Passepartout no era su apellido, sino un apodo que se había ganado gracias a su habilidad para salir bien librado de cualquier eventualidad. Había trabajado en múltiples oficios pero en la búsqueda de una vida más cómoda y estable, ahora ofrecía sus servicios como mayordomo.

Passepartout fue contratado, aunque Fogg le advirtió que seguiría llamándolo por su apodo, lo que quizá fuera una discreta advertencia de que su estancia en aquella casa no sería tan tranquila como esperaba. Gracias a los buenos informes que Fogg tenía acerca de su conducta, el miércoles dos de octubre de 1872 a las once de la mañana con veintinueve minutos, Passepartout se convirtió oficialmente en el ayudante de cámara de Phileas Fogg.

Desde que Passepartout conoció a su nuevo amo se dio cuenta de que su personalidad, tan exacta y matemática, le impedía relacionarse con los demás. Phileas Fogg era una persona que no perdía ni un segundo de su valioso tiempo en algo innecesario y nunca externaba una emoción, ni para bien ni para mal. Por otra parte, Passepartout era sumamente amable y cariñoso y aunque el carácter de ambos no parecía compatible a simple vista, el tiempo tendría la última palabra.

El joven parisino deseaba de corazón que aquello funcionara porque en los cinco años que llevaba trabajando en Inglaterra no había logrado encariñarse con ninguno de sus amos. Pensó que si Phileas Fogg quería una máquina a su servicio, él no tendría inconveniente en ser esa máquina para él, ya que estaba seguro de que aquella vida metódica y organizada le garantizaría un futuro sin sobresaltos ni complicaciones.

A las once y media en punto, como todos los días, Fogg caminó hacia el Reform-Club contando las 575 veces que ponía el pie derecho delante del izquierdo y las 576 en que el izquierdo se adelantaba al derecho.

Cuando terminó de comer y se dirigió al salón para leer el periódico, empezaron a llegar los compañeros con los que habitualmente jugaba al whist, juego de naipes de origen inglés que data del siglo XVII, que aún se juega en todos los casinos del mundo. Aquellos hombres eran el ingeniero Andrew Stuart, los banqueros John Sullivan y Samuel Fallentin,  el fabricante de cerveza Thomas Flanagan y Gauthier Ralph, quien era uno de los directores del Banco de Inglaterra.

Entonces empezaron a conversar acerca de la noticia de la que toda la gente hablaba en ese momento. Tres días antes, el 29 de septiembre, un ladrón robó cincuenta y cinco mil libras del Banco de Inglaterra y a pesar de que había policías en todos los puertos de embarque de Europa y América a la caza de aquel delincuente, todavía no habían logrado atraparlo. Sin embargo, la policía tenía la sospecha de que no se trataba de un ladrón profesional, sino de un distinguido caballero inglés.

Gauthier Ralph, que como ya hemos mencionado era uno de los dueños del banco agraviado, confiaba en que la policía atraparía tarde o temprano al ladrón, pero Andrew Stuart no se mostraba tan optimista argumentando que el mundo es tan grande que el delincuente podría estar escondido en cualquier rincón del planeta.

Entonces Fogg comentó que los medios de transporte veloces y eficaces de la época habían acortado las distancias, obviamente no en el sentido literal de la frase, sino haciendo referencia  a que la Tierra se podía recorrer diez veces más rápido que cien años atrás. De hecho, el periódico británico “Morning Chronicle” había dado cuenta de la inauguración de un nuevo tramo en la ruta del Great-Indian Peninsular Railway que hacía posible el trayecto entre Rothal y Allahabad y se aventuró a publicar un hipotético itinerario que, si era respetado al pie de la letra, hacía viable el viaje alrededor del mundo en únicamente 80 días. Esta es la ruta que el diario inglés dio a conocer:

  1. Primera etapa: De Londres a Suez pasando por el Monte Cenis, situado en los Alpes franceses, y la ciudad italiana de Bríndisi a orillas del Mar Adriático, usando ferrocarril y vapores  durante siete días.
  2. Segunda etapa: Del puerto egipcio de Suez a Bombay, en la costa oeste de la India, utilizando  vapores durante dieciocho días.
  3. Tercera etapa: De Bombay a Calcuta, capital de la India durante el Raj británico, utilizando el ferrocarril durante ocho días.
  4. Cuarta etapa: De Calcuta a Hong Kong, colonia británica durante aquellos años, utilizando vapores durante trece días.
  5. Quinta etapa: De Hong Kong viajando hacia el norte hasta la ciudad japonesa de Yokohama en barco de vapor durante seis días.
  6. Sexta etapa: De Yokohama a San Francisco, en la costa oeste de los Estados Unidos, en vapor durante 22 días.
  7. Séptima etapa: De San Francisco a Nueva York, recorriendo todo el territorio estadounidense de oeste a este en ferrocarril durante siete días.
  8. Octava etapa: De Nueva York a Londres, el punto de origen, utilizando vapor y ferrocarril durante nueve días. Total: 80 días.
Ruta del viaje realizado por Phileas Fogg y Passepartout de acuerdo a la novela de Julio Verne.
Ruta del viaje realizado por Phileas Fogg y Passepartout de acuerdo a la novela de Julio Verne.

Andrew Stuart argumentaba, con razón y objetividad, que algún retraso por mínimo que fuera o cualquier acontecimiento imprevisto anulaban la probabilidad de completar el recorrido en el tiempo estimado y apostó cuatro mil libras a que nadie lo podía lograr. Fogg lo contradijo, porque tenía la plena seguridad de que él sí era capaz de completar el trayecto en ochenta días o lo que es lo mismo, mil novecientas veinte horas, o ciento quince mil doscientos minutos.

Sus cinco amigos se quedaron perplejos, pero aceptaron entusiasmados la apuesta. Fogg se pondría en camino a Dover esa misma noche y por lo tanto el sábado 21 de diciembre a las ocho de la noche con cuarenta y cinco minutos se reunirían de nuevo los seis en ese mismo salón del Reform-Club para dar cuenta del éxito de la aventura. En el caso de que Fogg no pudiera concluir el recorrido en el tiempo estipulado, sus amigos cobrarían las veinte mil libras apostadas y en garantía les dejó un cheque firmado por esa cantidad.

Fogg fue inteligente en apostar únicamente la mitad de su fortuna previniendo que necesitaría el resto del dinero para el viaje. Firmaron un acta donde quedó asentado el compromiso y una vez terminada la partida de whist, Phileas Fogg regresó a su casa a las cinco de la tarde con veinticinco minutos.

Al llegar llamó a Passepartout, pero éste no respondía ya que no esperaba la llegada de su nuevo amo tan temprano. Cuando Fogg le dio la orden de preparar el equipaje para hacer un viaje alrededor del mundo en ochenta días, Passepartout se quedó anonadado. Todas sus esperanzas de encontrar por fin un trabajo que le proporcionara una vida tranquila y estable se desvanecieron en ese instante. No había cumplido las primeras 24 horas en su nuevo empleo y ya estaba a punto de iniciar una aventura insólita que rebasaba los límites de su imaginación.

Sin embargo, su lealtad estaba por encima de cualquier incertidumbre. A las ocho de la noche partieron de la casa de Saville-Row cargando dos maletas; en una de ellas llevaban el equipaje indispensable de ambos y en la otra las veinte mil libras necesarias para realizar la travesía. Un coche los llevó a la estación de ferrocarril y ahí Fogg le regaló las veinte guineas que había ganado en el whist a una mujer que se acercó pidiendo limosna, gesto que conmovió profundamente a Passepartout quien sintió que empezaba a querer a su amo.

Compraron dos billetes de primera clase a París y se despidieron de los cinco amigos del Reform-Club que estaban en el andén atestiguando el principio del gran viaje que Phileas Fogg estaba a punto de comenzar. Fogg les aseguró que sellaría su pasaporte en cada uno de los destinos para que a su llegada pudieran corroborar el itinerario que había seguido.

La noticia de la odisea de Fogg traspasó las paredes del Reform-Club; se publicó en todos los periódicos del país y para bien o para mal, no se hablaba de otra cosa en toda Inglaterra, que se dividió en dos bandos: los partidarios y los detractores de Phileas Fogg. A las ocho de la noche con cuarenta y cinco minutos  se escuchó el silbato del ferrocarril que anunciaba su partida y así comenzó formalmente la vuelta al mundo en 80 días.

David Niven y Cantinflas en una escena de la película “La vuelta al mundo en 80 días” del año 1956 y a la derecha de la imagen el cartel diseñado por el extraordinario Saul Bass (Enlace a la película en Prime Video).
David Niven y Cantinflas en una escena de la película “La vuelta al mundo en 80 días” del año 1956 y a la derecha de la imagen el cartel diseñado por el extraordinario Saul Bass (Enlace a la película en Prime Video).

Siete días después, el director de la policía de Scotland Yard recibió un telegrama proveniente de Suez en el que Fix le informaba que Phileas Fogg era el ladrón del banco y estaba a la espera de su captura. En ese momento todas las sospechas se convirtieron en certezas y todas las coincidencias en evidencias. Todos analizaban la fotografía de Fogg que estaba colgada en la pared del Reform-Club y les parecía que la descripción que se había hecho del delincuente encajaba exactamente con la fisonomía de Fogg. El misterio y los secretos que rodeaban su vida ahora tenían una explicación y la apuesta fue un inteligente pretexto para huir sin levantar las sospechas de la policía. Pero… ¿Cómo habían llegado a esa conclusión?

La historia es la siguiente: el Mongolia era un vapor que hacia regularmente la ruta entre Bríndisi y Bombay pasando por el canal de Suez, en donde hacía una escala de cuatro horas para cargar carbón y poder continuar su trayecto hasta Bombay. El 9 de octubre se encontraban dos hombres en el muelle aguardando el arribo del mencionado buque; uno de ellos era el cónsul británico en Suez y el otro se llamaba Fix, quien era uno de los muchos detectives que el gobierno británico había destinado a diferentes puertos para capturar al autor del robo al Banco de Inglaterra.

La misión no era fácil ya que la descripción que recibieron del delincuente correspondía a la de un hombre decente, pero Fix estaba decidido a capturarlo para ser él quien cobrara la recompensa que se ofrecía a la persona que lo lograra. Cuando llegó el barco, Phileas Fogg se quedó a bordo y Passepartout desembarcó para sellar el pasaporte de su amo y así dejar constancia de su paso por Suez.

El mayordomo se acercó a Fix para preguntarle dónde se encontraba la oficina del cónsul británico y cuando el detective revisó el pasaporte que aquella persona le mostraba, le empezaron a temblar las manos al darse cuenta de que el hombre de la fotografía era idéntico al ladrón que estaba buscando. Entonces le indicó a Passepartout que era indispensable que el dueño de aquel documento se presentara personalmente en la oficina del cónsul.

Pierce Brosnan en el papel de Phileas Fogg en la serie del año 1989.
Pierce Brosnan en el papel de Phileas Fogg en la serie del año 1989. (Enlace a Filmaffinity)

Mientras el cónsul y Fix hacían conjeturas acerca de lo que iba a suceder, se abrió la puerta del despacho y entró Phileas Fogg en persona para sellar su pasaporte. Se presentó ante el cónsul e indicó que Passepartout era su criado. Dijo que viajaban de Londres a Bombay y solicitaba el visado de su pasaporte para que constara su paso por Suez, aun sabiendo que ya no era un requisito indispensable.

El cónsul selló el pasaporte y los dejó marchar ya que no notó nada sospechoso en aquel caballero. Fix no se iba a dar por vencido tan fácilmente y salió apresuradamente a perseguirlos.

Hasta este punto del trayecto acompañaremos a este par de aventureros. Si no tuvieron la oportunidad de leer esta novela cuando eran niños o adolescentes, se han perdido de algo fantástico, pero nunca es tarde para remediarlo. Las grandes historias nunca pasan de moda y se disfrutan de igual manera a cualquier edad; el único requisito para viajar con Julio Verne a mundos extraordinarios es apuntarse al viaje… el resto es garantía.

Entérate de algunas curiosidades

El argumento de “La Vuelta al Mundo en 80 días” es muy conocido porque ha sido adaptado a muchas versiones cinematográficas, teatrales, televisivas, radiales e incluso a los dibujos animados. En el año 2004 Walden Media produjo una extraordinaria película distribuida por Walt Disney Pictures que tiene como protagonistas a Steve Coogan como Phileas Fogg y al gran Jackie Chan en el papel de Passepartout. En esta versión el ministro de la Real Academia de las Ciencias reta a Phileas Fogg a circunnavegar el mundo en 80 días a cambio del puesto más importante de dicha institución.

En 1972 se estrenó la serie de dibujos animados realizada en Australia que consta de 16 capítulos de media hora de duración. Esta versión fue muy famosa en Estados Unidos y en los países latinoamericanos. El argumento es un poco diferente al de la novela ya que Phileas Fogg está perdidamente enamorado de Belinda Maze pero el tío de ella, Lord Maze, se opone rotundamente al romance. Entonces Fogg propone el siguiente trato: si es capaz de dar la vuelta al mundo en 80 días se casará con su amada pero si no lo logra, la abandonará.

Esta serie es una joya de la animación tradicional, de esas que ya no se producen. Creo que no exagero cuando destaco sus grandes aciertos ya que se trata de un trabajo planeado con tanto cuidado, que cada episodio tiene la misma estructura. Dependiendo del lugar del mundo en el que se desarrolla el capítulo en turno, Fogg nos enseña un proverbio distinto y le pide  a Passepartout que guarde en la maleta determinados objetos cuya utilidad, a priori, no es posible determinar. A lo largo del recorrido, Phileas Fogg es nuestro maestro de geografía e historia. Para evitar que el detective Fix los atrape, Fogg lleva a cabo un plan cuyo éxito depende del acierto en la selección de los objetos que escogió y de la sabiduría que encierra el proverbio que da comienzo a cada episodio.

A la izquierda cartel de la serie australiana de dibujos animados “La vuelta al mundo en 80 días” y a la derecha el de la serie hispano-japonesa “La vuelta al mundo de Willy Fog”.
A la izquierda cartel de la serie australiana de dibujos animados “La vuelta al mundo en 80 días” y a la derecha el de la serie hispano-japonesa “La vuelta al mundo de Willy Fog”.

Las obras de Julio Verne, que en su momento colmaron de fama y dinero a su autor, cayeron en una especie de olvido durante los años que siguieron a su muerte, hasta que a mediados del siglo pasado se revaloraron, y la mayoría de los niños y adolescentes de aquellos años teníamos en nuestros hogares la colección completa, la mayoría de las veces en versiones magníficamente ilustradas. Siendo niños aprendimos a través de sus novelas geografía y ciencia, conocimos diferentes culturas y formas de pensar, descubrimos mundos ocultos y aprendimos que el Universo al que pertenecemos no tiene límites. Por eso, a pesar de que “La vuelta al mundo en 80 días” en su versión animada de los años setenta tiene notables diferencias con el texto original, contribuyó a acrecentar la pasión por la lectura verniana y además de entretenernos, nos obligó a pensar, a aprender y a razonar muchas cosas.

Otra versión de dibujos animados digna de mencionar fue la coproducción hispano-japonesa del año 1983 titulada “La vuelta al mundo de Willy Fog” en la que se recurrió a la personificación de animales para dar vida a los personajes de la historia original.

En el formato de serie de televisión destacan algunas miniseries, como la realizada en el año 1989 con un reparto de lujo: Pierce Brosnan como Phileas Fogg, Eric Idle en el papel de Passepartout y el genial Peter Ustinov dando vida al personaje del detective Fix.

Sin embargo, la joya de la corona de todas las adaptaciones que se han hecho de esta novela es, sin duda, la película del año 1956 protagonizada por David Niven como Phileas Fogg, Mario Moreno “Cantinflas” en el papel del fiel mayordomo Passepartout y Robert Newton personificando al detective Fix, quien actuó sabiendo que le quedaban pocos meses de vida a causa de una enfermedad y falleció al poco tiempo de concluir el rodaje de la película.

De izquierda a derecha Cantinflas, David Niven, Marlene Dietrich y Frank Sinatra durante el rodaje de “La vuelta al mundo en 80 días” del año 1956.
De izquierda a derecha Cantinflas, David Niven, Marlene Dietrich y Frank Sinatra durante el rodaje de “La vuelta al mundo en 80 días” del año 1956.

A todos nos gustan los cameos en las películas y en este filme los hay de sobra. Si ponemos atención, encontraremos a Buster Keaton como el revisor del ferrocarril, a Frank Sinatra tocando el piano en San Francisco, a Fernandel como cochero parisino, a Luis Miguel Dominguín toreando con Cantinflas, a Marlene Dietrich como chica de salón y a otros quince personajes famosos haciendo pequeñas y fugaces intervenciones en algunas escenas.

La película estuvo nominada a ocho premios Oscar de los cuales ganó cinco, incluido el de Mejor Película. Evidentemente tiene diferencias con el argumento original, ya que Passepartout no es francés sino de origen latino, aunque no se especifica de qué país exactamente; en el libro de Verne los protagonistas no recorren España y en la película se dedican muchas escenas a su paso por este país, por cierto muy divertidas y bien realizadas; el viaje en globo que los desvía hacia España también es una licencia de los creadores de la película y hay algunos otros detalles, incluidos algunos errores, que se podrían mencionar.

Sin embargo la valoración final es que es una producción maravillosa, con unas actuaciones increíbles de grandes maestros y que la suma que recaudó en taquilla superó con creces la inversión.

Hasta aquí hemos llegado con esta recomendación literaria.

Recuerden siempre que leer alimenta el espíritu, engrandece el intelecto y erradica la ignorancia.


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